El mes de julio ha llegado y aún no se ha iniciado la segunda temporada de lluvias del año. Sin embargo, en el sur del Atlántico, los campesinos están alarmados por los altos niveles del río Magdalena y el canal del Dique. El Ideam ha anunciado que el fenómeno de La Niña afectará fuertemente la región Caribe en el segundo semestre de 2024, especialmente en nuestro departamento. Ante esta situación, es imperativo asegurar que no se repita la tragedia del año 2010.
Hace unos meses, la sequía había puesto en emergencia los acueductos, la agricultura y la ganadería en varios municipios, afectando gravemente sus economías. El 21 de abril, la estación San Pedrito en Suan registró un nivel del río Magdalena de apenas 1,85 metros. Sin embargo, hace tres días, el nivel ya estaba en 7,25 metros, una cifra alarmante considerando las advertencias del Ideam. En el año 2010, las mediciones fueron similares y el 30 de noviembre de ese año se superó la cota de desbordamiento de 9,25 metros, con un caudal de 18.242 metros cúbicos por segundo, los máximos registrados hasta entonces. Hasta ese momento, el río Magdalena no había sobrepasado los 12 mil metros cúbicos por segundo.
El megaproyecto del canal del Dique, que busca evitar inundaciones desde Calamar hasta Cartagena, tiene un retraso de al menos dos años debido a la falta de la licencia ambiental. Mientras tanto, los campesinos observan impotentes cómo sube el nivel de las aguas.
No solo el sur del Atlántico está en riesgo. La gobernación ha identificado a Usiacurí, Juan de Acosta, Tubará, Soledad y Malambo como zonas de alto riesgo debido a las lluvias. Se estima que se necesitan al menos $65 mil millones para mitigar los daños y prevenir futuros desastres. La pregunta es: ¿están asegurados esos recursos?
Reconocemos que las herramientas actuales son limitadas para enfrentar los embates de la naturaleza. Sin embargo, hago un llamado a las autoridades nacionales y a la gobernación del Atlántico no dejar solas a las poblaciones afectadas. Es crucial escuchar sus necesidades, aprovechar su conocimiento adquirido en emergencias previas y acompañarlas en la búsqueda de soluciones a sus problemas actuales.
Es esencial tomar acciones inmediatas para prevenir una tragedia similar a la del 2010. La coordinación entre autoridades y comunidades, junto con la implementación de medidas de mitigación, es vital para proteger a la región del impacto devastador del fenómeno de La Niña y otros eventos climáticos extremos.
No podemos permitir que la historia se repita. La experiencia del 2010 debe servirnos como lección y motivación para mejorar nuestra preparación y respuesta ante futuras emergencias. Las vidas y el bienestar de nuestros atlanticenses dependen de ello. Es hora de actuar con determinación y responsabilidad.