
Hace algunos años absolutamente nadie creía posible la detonación de una tercera guerra mundial. Nunca estuvo en los planes de nadie, ni siquiera en la imaginación del más pesimista de los habitantes del planeta.
Ni especialistas en seguridad multilateral, ni expertos en desarrollo armamentístico creían factible una eventual confrontación global termonuclear.
No obstante, las crecientes tensiones de los últimos tiempos, provocadas por la amenaza latente de Rusia, con invasión de estados soberanos, anhelos de expansión y sentimientos nacionalistas exacerbados, han reorientado las pacíficas expectativas hacia el peor de los escenarios posibles: un enfrentamiento entre potencias militares, con terribles consecuencias apocalípticas, devastación y exterminio de la raza humana. Los hechos así lo indican.
Moscú se fortalece
Recientemente Vladimir Putin anunció el incremento del gasto militar anual de Rusia hasta en un 67%, llegando a una inversión de $250.000 millones de dólares, aprobada por la Cámara Alta del Parlamento.
Así mismo confirmó un nuevo llamado a filas, acerca de 200 mil reservistas del ejército con el fin de apoyar a las tropas en el frente de batalla, en el conflicto con Ucrania, al tiempo que ordenóreforzar las fronteras con sus vecinos de Europa.
La Unión Europea, en respuesta a la medida del Kremlin, acordó elevar el rearme de sus naciones al año 2030, hasta en $800.000 millones de euros, con el fin de defender a la región ante futuras escaramuzas de Moscú. Sin embargo, para complicar las cosas, con lo que no contaban las naciones del antiguo continente es el reciente anuncio del presidente Donald Trump quien advirtió que Estados Unidos abandonaría la OTAN si los países miembros no pagan sus deudas. El mandatario en el mismo sentido se opone a que la nación norteamericana siga aportando el 70 por ciento del presupuesto que sostiene al componente militar.
Rusia atacará a Europa
La realidad de los acontecimientos supera la ficción. El argumento de las producciones de Hollywood sobre guerras tecnológicas y destrucción total, inducido por genocidas desenfrenados se queda corto ante lo que se supone sería un enfrentamiento armado actual, con la participación de un genocidacomo Putin.
Moscú sabe que Europa sin el apoyo de Estados Unidos permanecerá indefensa. La posible salida de Washington de la OTAN, le caería muy mal a la región. Aunque los gobiernos del continente sumen más dígitos a los cheques girados para el fonde de defensa común, no será suficiente.
No hay peor pesadilla que convivir con un vecino demente y armado. Rusia mantiene una frontera con Europa que se extiende a lo largo de 5.800 kilómetros, iniciando desde sus límites naturales con Noruega, pasando por Finlandia, siguiendo con las tres naciones Bálticas y ex hermanas soviéticas, Estonia, Lituania y Letonia, para finalizar su recorrido en Ucrania. Sería táctica y técnicamente imposible responder ante una rápida acción de ataque múltiple, por aire y tierra, y con un despliegue de la más avanzada tecnología. El Kremlin tiene listo el plan y sólo espera la hora cero.
La capacidad de armas nucleares que poseen los europeos no alcanza para tratar, al menos de disuadir al emergente enemigo. Según el portal Arms Control, mientras Francia, con 300 misiles y Gran Bretaña, con 230, son las únicas naciones con cierto poder atómico, Rusia, en una irrisoria comparación inversamente proporcional, dispone de un selecto lote de aproximadamente 6.500 misiles balísticos transcontinentales hipersónicos, entre los que se encuentran los temibles Avangaard, Sarmat, Oreshnik y Zirkon, así como el crucero Iskander, en completa operatividad y emplazados en plataformas de lanzamiento, a la espera de la orden de disparo.
El poder militar ruso no se limita simplemente a su arsenal aéreo, con aviones de quinta generación, tanques de rápida reacción y embarcaciones con sistemas de artillería electrónica avanzada, así como su ejército de casi un millón y medio de soldados.
En caso de alguna eventualidad Vlad cuenta con el apoyo de su excelso ramillete de países amigos: China, Corea del Norte e Irán. Los despiadados miembros del nuevo eje del mal, con gobernantes igual de déspotas y autócratas como el colega ruso, avanzan en sus procesos de violación y represión sistemática de derechos humanos.
El factor chino
En momentos en que Moscú le muestra los dientes a Europa, Beijing hace lo mismo con la isla de Taiwán.
La intención del tigre asiático de consolidar su proceso de independencia para apartarse por completo de toda influencia ideológica proveniente del gigante amarillo colmó la paciencia del presidente Xi Jinping, quien ordenó el envío de aviones y navíos para intimidar a la isla e impedir sus deseos de autonomía.
Estados Unidos, bajo el mando de Biden, irrumpió en el incidente anunciando su irrestricto apoyo a Taiwán. El hecho, como era de esperarse, generó la molestia del gobierno chino.
Las tensiones entre el águila y el dragón han incrementado, incluso después de la llegada a la Casa Blanca del presidente Trump, quien ratificó el respaldo a Taiwán a pesar de la advertencia de Xi de responder de forma contundente y con toda su fuerza militar, ante cualquier intervención externa en el conflicto.
China se unirá a Rusia en la medida en que Estados Unidos salga en defensa de Europa, independientemente que mantenga su silla en la OTAN.
Washington y el aparente giro en el apoyo a Ucrani
Un hecho que sin lugar a dudas impactó a la opinión mundial, tiene que ver con el vergonzoso episodio acontecido en el Salón Oval de la Casa Blanca, cuando el presidente Trump y el vicepresidente Vance discutieron con el mandatario ucraniano Volodimir Zelensky, quien se opuso a los términos de un posible acuerdo de paz y cese al fuego con Rusia. De acuerdo a lo que adujo en su momento ellíder de la nación invadida, las condiciones de Putin de no aceptar la devolución a Kiev de las regiones anexadas de Donetsk, Lugansk y Crimea, impiden avanzar en la búsqueda de una paz estable y duradera. Esta postura más bien se podría interpretar como la búsqueda de una paz forzada por presión de Trump.
El anecdótico acontecimiento llevó rápidamente a los analistas a creer que el jefe de estado republicano sorpresivamente le dio la espalda a Ucrania, en contra de la actitud que había mantenido su antecesor, Biden, quien hasta muy poco antes de su final de gestión, literalmente presionó a Kiev a no bajar la guardia y a seguir en las maniobras ofensivas en contra del enemigo del norte. No es así, Trump busca el equilibrio.
Donald J. Trump es un industrial que logró amasar una fortuna como exitoso empresario, a base de quirúrgicos negocios de miles de millones de dólares. Para el juego de la geopolítica lo que se necesita es un buen competidor, y con el tema de la estabilidad mundial Trump sabe que las fichas se deben mover con mucho cuidado y delicadeza. Sus movimientos se resumen en exigencias a los antiguos hermanos soviéticos: Cese de hostilidades, retiro absoluto de las tropas rusas en suelo ucraniano y financiación para recuperar el estado invadido, así como la negativa a las pretensiones ucranianas de ingresar a la OTAN.
Interés especial en Groenlandia
En una de sus intervenciones, previas a la apertura oficial de su segundo mandato el presidente Trump dio polémicas declaraciones sobre Groenlandia. El premier de Norteamérica aseguró que por razones de seguridad podría comprar y asumir el control de la isla de Groenlandia, al norte de Canadá.
Las reacciones de rechazo a la apuesta fueron inmediatas. Desde diversos sectores de la gélida comunidad, y aun desde Dinamarca, nación que ostenta el mando político de la isla, respondieron enfáticamente que el territorio no está a la venta y seguirá bajo condición de estado autónomo, regido desde Copenhague.
Para nadie es un secreto que Trump quiere la isla para instalar sobre su fría capa de nieve un sofisticado sistema de respuesta militar en tiempo real a cualquier asomo de ataque de Rusia.
Nadie desconoce que debajo de las heladas aguas del Mar del Norte transitan permanentemente y sin ningún control, submarinos atómicos de la flota naval rusa. Más allá de los ricos yacimientos de grafito, litio y cobre que apetecen a Washington, el interés prioritario del Pentágono es la estrategia de defensa del hemisferio.
Recuperar la historia con la misión de destruir
Todo lo que agitan los fuertes vientos de guerra en la actualidad inició desde la desintegración de la Unión Soviética y la caída del Muro de Berlín, enla década del noventa. Casi treinta años después Moscú logró recuperarse tras los movimientos independentistas de los antiguos satélites de la URSS.
La madre Rusia comenzó a fortalecerse económica y militarmente, en la medida en que la oxidada, retrógrada y fracasada ideología marxista leninistase desvanecía para dar paso al poder del capitalismo occidental, hasta llegar a lo que es hoy, una potencia nuclear, dirigida por un dictador especializado en operaciones encubiertas.
Durante las tres décadas, Putin, el ex espía de la KGB, preparó cuidadosa y sistemáticamente lo que se veía venir dentro de su anhelo expansionista: recomponer el mapa geográfico del antiguo Imperio Soviético y reagrupar nuevamente a los estados independientes.
La historia de los tiranos se repite. Tal como sucedió con Hitler, quien bajo un profundo dolor de patria y resentido con el mundo, juró levantar a Alemania luego de ser acusada de propiciar la Primera Guerra Mundial. Putin hizo lo mismo yjuró levantar a la URSS tras su estrepitoso colapso de finales de siglo pasado.
Depende de Estados Unidos evitar que el imperio se vuelva a poner en pie.